miércoles, 20 de septiembre de 2017

Constanza, a orillas del Mar Negro

 Constanza, a orillas del Mar Negro

Constanza, ciudad a orillas del Mar Negro, fue fundada por los griegos en el S. VII A.C. Siempre ha sido un enclave estratégico en el Mar Negro y entre Oriente y Occidente, por ello han sido varios los pueblos que la conquistaron e influyeron en su cultura. A los griegos les siguieron los dacios, los romanos en los primeros siglos de nuestra época, genoveses y turcos en el S. XV permaneciendo cuatro siglos en ella. Los griegos la conocían como Tomis.

Es una ciudad interesante para los arqueológos y donde los neofitos nos conformamos viendo su joya arqueológica, como es el mosaico romano del S.IV y descubierto en 1959.

Comenzamos la visita enfrente de la estatua  de la loba capitolina, erigida como gratitud al pueblo romano.

Hacía mucho calor a primeras horas de la mañana y ya tenemos a Ana lista para el recorrido.

Bajamos andando por la calle Tomis hasta la Plaza Ovidiu que en sus tiempos fue ágora, foro y mercado, no perdiendo estos caracteres en el día de hoy.

La plaza la encontramos cubierta con bruma procedente del mar y repleta de vehículos y puestos  de comida.

A la derecha de la plaza está el edificio del Museo Arqueológico y en el centro de la misma está la estatua del poeta romano Ovidio. Quien fue desterrado de Roma a Tomis con 65 años y murió apesadumbrado diez años más tarde a pesar de reconocer que la gente del pueblo Tomis le deseaban que pudiera retornar a Roma pero por otro lado le apreciaban tanto que no querían que se fuese.

Ovidio es uno de los habitantes más importantes de Constanza y su estatua fue inaugurada en 1887 como una forma de retornar a occidente tras los cuatro siglos de dependencia oriental que finalizo de forma desatrosa.

Su cabeza reposa triste sobre su mano derecha y en el pedestal se lee: 
Bajo esta piedra yace Ovidio, el poeta.
De los amores delicados, vencido por su talento.
Oh, tú que paseas por aquí, si es que has amado alguna vez, 
reza por él para que le sea leve el sueño.

Detrás del Museo Arqueológico se encuentra el mosáico romano del S.IV con una superficie de 2000 cuadrados de extensión de los que solo se conservan unos 600 en buen estado. Las teselas son de siete colores diferentes y componen figuras geométricas y forales. Merece la pena detenerse en las fotos de detalle del mismo.

 Vista general. La pared de la derecha es parte de la muralla de la ciudad.

Detalles del mosaico:





Retornamos a la plaza donde había una feria culinaria con comida rumana y de otros países, como la paella y tortilla española, pero lo que más me llamo la atención fue este lema: "el cerdo para el pueblo".


Desde la plaza visitamos la Mezquita Mahmudiye (en las guías de viaje suele venir como Marea Moschee "la Gran Mezquita") del S.XIX con su puerta principal de marmol de carrara, su interior posee una extensa  alfombra persa, que pena estaba parte de ella recogida, y con su alminar decorado con arabescos.

 Mezquita de Mahmudiye 

 Interior con la alfombra persa.

Hay escaleras para subir al alminar o minarete y ahí arriba estaba yo

observando la Plaza Ovidiu.

Siguiendo hacia la punta de la peninsula, nos encontramos con la catedral ortodoxa del S.XIX, de cuyos frescos pintados solo voy a poner uno y es la fotografía del infierno en el proceso del juicio final pintado en la fachadade la entrada.

¡¡¡Es tan expresiva!!!

Alcanzamos el mar en el boulevard de Regina Elisabeta y a la altura del museo de escultura Ion Jalea, desde donde divisamos la fortaleza de su puerto marítimo.

Uno de los grandes puertos marítimos de Europa.

Caminamos por el paseo marítimo hacia el casino, obra entre barroca y rococó que quiso emular al casino de Niza, que emerge solitario junto al mar.




Continuamos unos metros para fotografiarnos frente al Mar Negro y precioso esta mañana soleada tras despejarse la bruma.


A escasos metros nos espera la estatua del poeta nacional Mihail Eminescu, mirando al mar.

 
A espaldas del poeta el faro genovés, sencilla columna con la candela en su parte superior, que se levantó nuevamente en el S.XIX para recordar la ruta que este pueblo genovés realizó entre los siglos XIII y XV y a quienes guiaba.


En la parte recreativa está la playa de Mamaia, al norte de la ciudad y del puerto deportivo.

Parte de la larga playa vista desde la zona del hotel Dali en el que nos hospedamos.

Nuestro hotel lo seleccionamos encima de la playa y al lado de la terraza del restaurante Zorile, donde tomamos unas cervecitas con la brisa del mar y cenamos el sábado, disfrutando del pase  modelos que asistían a dos bodas en su interior.

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